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  Tomás Calero: "Viajé toda un noche desde Francia con un coche prestado para ser el médico del Betis" Tomás Calero - Jefe de los servicios médicos del club heliopolitano. Llegó en el 86 casi por casualidad y ya ha convivido con 27 entrenadores en la caseta verdiblanca. Fue el primer médico deportivo en el fútbol y se hizo bético impresionado por lo que rodea a este club.
-¿Qué le pasa al Betis, doctor?
Estamos muy tranquilos, algo infrecuente en la historia de este equipo, habituado a tener lesiones extrañas. Creo que si tenemos un poco de paciencia, podemos llegar a hacer algo.
-La importancia de la medicina en el deporte crece y crece…
Cuando llegué los futbolistas no eran deportistas, eran sólo futbolistas. Cuando empiezan a comprender que su tarea no sólo es salir el domingo a jugar sino que el resto de la semana tienen que prepararse, se fijan más y su jornada laboral no se ciñe a la hora y media que están entrenando: hay un rato antes, otro después, el trabajo de la tarde más la esclavitud al comer. Si eso lo multiplicas por siete días de la semana y por once meses, es bastante fatigante.
-Lleva aquí 22 años...
Entonces estábamos un masajista, que era Vicente Montiel, y yo. Y ahora tengo un preparador físico, dos masajistas y un recuperador nada más que para el primer equipo. El fútbol siempre se venía nutriendo de la habilidades del atletismo y así casi todos los médicos hemos venido de esa parcela.
-¿Cómo fue su llegada?
Empecé en noviembre de 1986 y de forma fortuita porque los dos médicos que estaban, Benavides y Monge, habían tenido un problema con Salva y Reyes. Yo estaba trabajando en Montpellier y me llamaron una tarde a mediodía. «¿Quieres trabajar en el Betis?». Llegué totalmente engañado porque pensaba que iba a venir a formar parte de un equipo médico y que empezaría con los escalafones inferiores. Dije que sí pero que estaba trabajando en Francia y que estaba en un máster de traumatología en el deporte y que si podían esperar hasta junio. Me dijeron que no, que o me presentaba al día siguiente a las nueve de la mañana o perdía la posibilidad. Un amigo tuvo que prestarme su coche porque si no lo hubiera hecho no habría podido llegar en la vida. Estuve toda la noche conduciendo, me presenté en el vestuario, el equipo venía de entrenar y recuerdo que Vicente Montiel me dijo: «¿Usted es el médico? Pues vaya a mirar a Calderón, que se ha doblado el tobillo». En ese momento no sabía si pedirle un autógrafo o mirarlo. Allí me di cuenta de que todo era para mí y pasé seis o siete días horrorosos. O tiro para delante o no valgo para esto, pensé. Tuve la suerte de que hubo gente que me ayudó y les estaré eternamente agradecidos, como el doctor López Puerta o Santiago Pérez Hidalgo.
-Era usted entonces muy joven...
Tenía 26 años y fui el primer médico deportivo en el fútbol. Detrás de mí llegaron Sabino Padilla, Villalón y demás. Entré en el club porque al acabar la especialidad presenté mi candidatura gracias al doctor Ángel Formoso, antiguo médico del Betis, que se quedó muy impresionado de la formación que tenía y de la evolución de la medicina del deporte. Él llamó a Retamero y le dijo que había un chaval que interesaría para el Betis, en aquella época dijo que ya había dos médicos. Cuando tuvieron ese problema Retamero llamó a Formoso para ver si podía echar una mano durante un tiempo, pero Ángel le recordó mi nombre y entré.

Adiós para luego volver

-Y más tarde se marchó.
Cuando llegó Jarabinsky en el 91. Había un caos económico bestial, teníamos que seguir con un sueldo paupérrimo y tuve la oportunidad de ir a Fremap. Cuando llegó Luis Aragonés en el 97 me pidieron volver.
-¿Pensó alguna vez estar tanto tiempo en el Betis?
Intervienen muchos factores porque quien valora tu trabajo no es gente ligada a la ciencia médica, sino directivos o entrenadores. Cuando llevas ya unos 27 técnicos cuesta mucho porque no puedes llevar una relación perfecta con todos.
-¿Con cuál de ellos ha coincidido más en ideas?
Uno que apostó mucho por nosotros fue Fernando Vázquez. Otro que también recuerdo con cariño, aunque su paso por aquí dejó mal sabor, era Hiddink. Paco, Carmelo y Mariano ayudan a establecer una disciplina. A Serra le gustaba tener conocimiento exacto de qué es lo que se hacía.
-Tendrá infinidad de recuerdos.
Un día triste para mí fue el regreso de Vidakovic porque ese futbolista tenía que haber recibido un reconocimiento de toda la afición por el sacrificio que supuso salir de una de las lesiones más complicadas que hemos tenido. Muy pocos jugadores hubiesen vuelto a jugar. Y me acuerdo que volvió con Griguol (ante el Numancia, 1-2) pero salió de titular. Hubiera merecido hacerlo durante el partido porque la gente lo estaba esperando después de un año y, encima, perdimos. Otro día muy emocionante fue cuando reapareció Alfonso ante el Málaga, cuando nos la jugábamos con Víctor Fernández y ganamos 3-0. Él vino a dedicarnos el gol a Ildefonso (Blanco, el fisioterapeuta) y a mí. También el día de Capi. Como aficionado yo soy bético de adopción y realmente vi lo que es esto cuando bajamos jugando la promoción con el Tenerife. Había 40.000 personas en el campo gritando «Betis, Betis, Betis», nosotros estábamos destrozados llorando en el vestuario y tuvimos que salir al campo de nuevo... Otro día memorable fue la llegada del equipo al Calderón en la Copa del Rey, o cuando íbamos fatal en la Liga en un partido contra el Atlético cuando se estrenó el himno del Centenario y se llenó el campo nada más que para eso. Ahí te das cuenta de que esto no muere en la vida, da igual todo. La gente quiere al Betis.
-¿Cómo será el futuro?
Todos sabemos la incertidumbre de la institución. No sabemos qué es lo que va a ocurrir pero siga o no Lopera, Tomás Calero continuará vinculado al Betis si sigue solucionando problemas. Nadie tiene su puesto asegurado y sé que algún día me llegará el día, con o sin razón, y estoy perfectamente preparado para que no sea traumático para mi vida; estaré agradecido a todo el que me ha ayudado y me buscaré la vida en otro sitio. En el futuro deportivo a este club le hace falta confiar en un proyecto, que el entrenador sea una persona aceptada por todos y que tenga al menos tres años; si no, se produce mucha inestabilidad.



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